La ruptura en una relación de pareja, puede ser una de las experiencias más dolorosas para una persona, después de la muerte de un ser querido. La separación es una experiencia emocionalmente traumática y es necesario que cada una de las partes involucradas, pase por un proceso de duelo.
Por supuesto, cada ruptura es diferente y las circunstancias que la rodean también. En el impacto inicial y en el desarrollo posterior del duelo influyen muchos factores; no es lo mismo, tomar la decisión conjunta de separarse tras años de convivencia cuando la relación está muy deteriorada, que si se trata de una decisión unilateral y repentina por parte de uno de los miembros, o si existen terceras personas involucradas, de por medio.
Tampoco lo vive de la misma manera el que toma la iniciativa (la parte activa) ya que, en cierto modo, ha ido asumiendo gradualmente su nueva situación, que el otro miembro (la parte pasiva), al que le puede coger totalmente desprevenido. Esto no quiere decir, que el que toma la decisión vaya a sufrir menos, sino que el impacto inicial no va a ser el mismo.
En cualquier caso, el duelo es una reacción natural y un proceso largo y doloroso por el que es necesario pasar, ante la pérdida de la persona amada.
Etapas básicas en el proceso de duelo
Cada persona necesita su tiempo para vivir el proceso. La duración es variable, pero la etapa de duelo aguda, no debería durar más de seis meses.
Estas etapas no tienen porqué presentarse en este orden, se pueden solapar entre sí y hay emociones que se pueden sentir con más intensidad que otras.
–Impacto inicial. Cuando una persona no se espera el anuncio de la ruptura por parte de su pareja, hay una primera reacción de incredulidad e irrealidad. Esta sensación puede durar horas o días.
-Negación. El hecho de intentar negar lo ocurrido, de no aceptar la realidad y hacerse falsas esperanzas, es una forma de amortiguar un poco el impacto inicial del dolor. En ocasiones la persona no informa de la ruptura ni a familiares, ni a amigos, como si fuese algo pasajero. Es una etapa en la que se tiende al aislamiento social.
-Tristeza y dolor intenso. En esta fase, la persona se encuentra deprimida, sin ganas de hacer nada. El pensamiento se vuelve obsesivo, no se puede pensar en otra cosa. Suelen aparecer trastornos de sueño, malos hábitos en la alimentación y un descuido general. La sensación de vacío, el llanto y la tristeza son las emociones más habituales. Pensamientos del tipo:”nunca me recuperaré de esto”, “preferiría que el otro hubiese muerto, así podría pasar página” etc. son muy típicos en esta etapa.
Aquí es necesario dejar que las emociones fluyan. Aunque en ese momento la persona sea incapaz de verlo, poco a poco el dolor se irá debilitando.
-Ira y rabia. La pena y la tristeza, suelen dar paso a un sentimiento de rabia. La persona en muchas ocasiones, se siente herida y suelen surgir sentimientos de resentimiento y rencor.
-Aceptación. La aceptación no quiere decir que sea una etapa feliz, pero la persona empieza a encontrar cierta paz. Ya no se tiene la necesidad de hablar y de pensar continuamente en el tema de la ruptura y se empieza a disfrutar más en compañía de otros. En definitiva, estamos ante el paso previo a la resolución.
-Reorganización y resolución. Aquí, la persona ya ha aceptado su nueva situación, necesitará reorganizar de nuevo su vida y retomar actividades que se habían abandonado, para poder seguir adelante. Es una etapa que se caracteriza por los cambios.
Duelo complicado o patológico
Un caso real
Ana de 33 años, acudió a la consulta tras una ruptura sentimental. Su pareja había decidido terminar la relación 10 meses atrás, tras 4 años de relación. Convivían juntos y no tenían hijos. Su pareja quiso terminar su relación porque decía no sentir lo mismo que al inicio y consideraba que ambos podían ser más felices siguiendo caminos separados.
Al principio Ana, se sumió en un estado de tristeza y desesperación, experimentó rabia y surgieron muchos sentimientos de culpa porque pensaba que había fracasado a la hora de hacer feliz a su pareja.
Hasta aquí, todo se puede considerar normal en la elaboración de un duelo.
Al cabo de 4 meses de la ruptura, se puso en contacto con su ex-pareja para proponerle que se viesen de vez en cuando porque, según le dijo a él, ya lo tenía superado y podían verse «como amigos». El, aunque era un poco reacio, accedió y aunque solo quedaron en un par de ocasiones, ella siguió albergando esperanzas de arreglar la situación.
Ana no podía aceptar la realidad, recurrió a todo tipo de conductas que más que ayudarla a superar su duelo, la hicieron sumirse en una depresión. Empezó a llamar a su ex pareja con cualquier motivo, frecuentaba los lugares donde sabía que se lo podía encontrar, recurrió a todo tipo de videntes y tarotistas (cuando ella no creía en eso) para que le ayudasen a recuperar a su pareja y se aisló totalmente de su entorno social y familiar.
Cuando acudió a mi consulta había perdido 15 Kg. de peso, tenía una baja laboral por un trastorno depresivo y abusaba de los ansiolíticos con el fin de poder «anestesiar» un poco su dolor. Manifestaba de forma continua “no encontrar ya un sentido a su vida”
Este es un ejemplo de duelo patológico.
Apoyo psicológico
Cuando la persona, según transcurre el tiempo, no registra ningún avance, sigue sumida en la tristeza y en la desesperanza y presenta un deterioro en su salud, estaríamos hablando de un duelo patológico.
En este momento es aconsejable pedir ayuda profesional, con el fin de ayudar a la resolución ya que de lo contrario, un duelo complicado puede acabar provocando un trastorno depresivo o de ansiedad.
Hay una serie de conductas nocivas que pueden llevar a desarrollar otro trastorno psicopatológico:
– abuso de alcohol u otras drogas, con el fin de evadirse de la realidad. Esto se convierte en una «trampa psicológica» ya que una vez que la persona se encuentra fuera de los efectos de la sustancia, el sentimiento depresivo se hace aún mayor.
– a veces hay una tendencia a desarrollar una serie de conductas desadaptativas en el intento desesperado de volver con la otra persona: llamadas continuas de teléfono, envíos de mails, frecuentar sitios donde puede estar la ex pareja etc. Todas estas conductas lo único que pueden hacer es dañar la autoestima, el amor propio y conseguir que el otro miembro de la pareja responda con indiferencia u hostilidad.
– uso o abuso de antidepresivos y ansiolíticos. Intentar enmascarar las emociones que se tienen que sentir en el duelo es un error, ya que estos sentimientos tienen que fluir necesariamente para poder superar esta etapa con éxito.
– el descuido general de la salud, los malos hábitos en la alimentación y en los cuidados básicos, mantenidos a lo largo del tiempo, pueden hacer que se tenga una mala calidad de vida, entorpeciendo todavía más la resolución del problema.
En el trance del duelo se pueden sentir emociones como sensación de fracaso, sentimientos de culpa, envidia hacia amigos o familiares del entorno que no están pasando por la misma situación, rencor etc. También son frecuentes en las etapas iniciales, síntomas físicos como: insomnio, falta de apetito, dolor de cabeza y otros síntomas de ansiedad. Lo importante es no quedarse anclado en el pasado y poder empezar a mirar hacia delante.
Es fundamental ayudar a la persona a que asuma que la relación ha llegado a su fin, para que pueda salir exitoso de esta etapa tan dolorosa.
El apoyo psicológico podrá ayudar a la persona a expresar sus sentimientos, a eliminar conductas nocivas, a recuperar su confianza y su autoestima y a identificar pensamientos irracionales que puedan estar interfiriendo en la resolución del duelo. En definitiva, ayudarle a encontrar de nuevo, un sentido a la vida.