Mi nombre es Clara y tengo 36 años.
Cuando mi psicólogo me dijo si quería contar mi caso para ayudar a otras personas que estuviesen pasando por lo mismo, le dije que si conseguía superar mi problema lo haría. Ahora hace casi un año que estoy bien y he decidido hacerlo.
Mi problema era el de los celos patológicos; celos que no me dejaban vivir y que estuvieron a punto de terminar con mi relación de pareja, con mi salud y con mis relaciones sociales. Mi pareja y yo vivimos juntos desde hace 4 años, antes llevábamos un año saliendo. Los dos trabajamos fuera de casa y tenemos una vida bastante estable (a nivel económico, a nivel familiar, laboral etc.). Con mi problema casi rompo toda esa estabilidad.
Reconozco que siempre he sido una persona bastante posesiva y absorbente, pero cuando comencé esta última relación, se me fue todo de las manos. Empecé a dudar de todo lo que hacía y decía mi pareja. Él, por su trabajo, tiene que relacionarse mucho, tiene muchas reuniones, comidas y salidas con compañeros y clientes y además disfruta de ello. Es una persona muy amena, sociable y extrovertida. Yo también era así, me encantaba estar con gente y disfrutaba mucho de todo, pero cuando mi problema se agudizó empecé a no soportar a nadie. Empecé a obsesionarme con su trabajo, siempre me lo imaginaba con sus compañeras, siendo encantador con ellas… me ponía enferma si al mediodía no me había llamado. En mi cabeza se encendía un interruptor y empezaba a montarme toda clase de películas que me hacían sufrir muchísimo. Cuando nos veíamos al volver del trabajo, le hacía toda clase de preguntas (al principio de una forma sutil) sobre lo que había hecho, con quién había hablado, con quién había comido etc. si mencionaba alguna compañera, se me encendían todas las alarmas y mi imaginación se disparaba… Luego todo esto se extendió a nuestra vida social. Llegó un momento en que no podía soportar ni que hablase con mi hermana. Todo era ya para mi potencialmente peligroso. Con mis amigas quedaba yo sola, porque cuando nos juntábamos todo nuestro grupo de amigos yo ya estaba de mal humor en cuanto se dirigía a una amiga nuestra. Todo lo que empezó por mi parte de una forma sutil, se me fue de las manos. Le montaba unos números tremendos en cuanto él gastaba una broma en grupo (en mi mente era que quería hacerse el gracioso con mi amiga). Si en vez de llegar a casa a las siete, llegaba a las siete y media, en mi mente era que se había ido a tomar una caña con una compañera de trabajo y por supuesto, estaba ligando. Si me decía que le acompañase a comprar un traje, mi diálogo era el siguiente: “tiene cinco trajes que están bien, si quiere otro es porque le encanta su compañera Elena y quiere lucirse…” Él, al principio, se reía y bromeaba conmigo de mis celos, pero al poco tiempo se convirtió en una tortura. En cuanto entraba por la puerta, yo ni le miraba y le trataba fatal; como en ese momento podía llevar dos horas dándole vueltas al tema e imaginándomelo con sus amigas y compañeras, en cuanto entraba en casa me encontraba en un estado de auténtica furia. Yo reconocía que mis pensamientos y comportamiento eran absurdos e intentaba frenarlos, pero ese reconocimiento me duraba dos días y al tercero se me volvían a disparar todas las dudas hacia él.
Cuando el tema se hizo insoportable me planteó la separación o hacer una terapia de pareja. Cuando acudimos al psicólogo, me dijo que el tratamiento lo tenía que hacer yo y que luego ya veríamos el tema de la terapia de pareja. Me acuerdo que en la segunda sesión con mi psicólogo me dijo que le hiciese una lista con todas las conductas que hacía yo en relación a mis pensamientos; yo le dije que lo único que hacía era interrogarle y enfadarme. En esa misma sesión sacamos una lista de más de veinte conductas que yo hacía de manera recurrente como: registrarle la cartera, mirar en su ordenador, mirarle las facturas, calcular el tiempo desde que me decía que salía del trabajo hasta que llegaba a casa etc. ¡Una auténtica locura!
Por suerte, superé mi problema. Me daba un poco de vergüenza escribir esto, pero creo que uno no tiene la culpa de tener un trastorno de este tipo y que lo bueno es que se puede superar. Cuesta mucho esfuerzo, pero se consigue. Mi pareja me ayudó en todo mientras estuve en tratamiento. Él acudía conmigo a alguna sesión para que mi psicólogo lo diera algunas pautas. Cuando solucioné lo mío, hicimos algunas sesiones conjuntas de terapia, pero nos dijeron que no necesitábamos hacer una terapia de pareja. Nuestro problema (el mío) estaba resuelto. Ahora si discutimos alguna vez (pocas) es por cosas normales, no por pensamientos obsesivos o irracionales… Quiero dar ánimo a todos los que estén pasando por la locura de los celos y decirles que luchen por salir de eso. ¡Se consigue y merece la pena!