En muchas ocasiones, pacientes que están o han estado en tratamiento con nosotros, se ofrecen a colaborar de forma desinteresada para ayudar a otras personas que puedan estar pasando por una situación similar. A veces vienen a una terapia de grupo para aportar sus vivencias, otras veces acuden a alguna sesión individual y también lo hacen a través de nuestro Blog, compartiendo con todos sus experiencias.
Desde aquí queremos dar a todos las gracias y publicar el caso de Azucena, una paciente que con su esfuerzo está a punto de conseguir la libertad que supone dejar atrás un trastorno psicológico, como es el trastorno obsesivo compulsivo.
Sobre mí misma…
Si me paro a pensarlo detenidamente, creo que hace ya mucho tiempo que sé que hay algo en mí diferente, que no funciona como en los demás.
Sé que soy una persona bastante inteligente y muy perfeccionista… y también insegura. Y sobre estos tres pilares he sustentado mi personalidad. Vista desde fuera, soy valorada como una buena persona, muy trabajadora y bastante maniática con el orden, la limpieza… pero hay algo más. Algo que sólo muestro a las personas más próximas de mi entorno (alguna amiga y, principalmente, a mi pareja).
Y es que cuando la limpieza y el orden se llevan al extremo, cuando algunos pensamientos sobre enfermedades “venideras” te invaden y literalmente crees que las sufres o cuando un día, de repente, comienzas a plantearte si la persona con la que compartes tu vida ya no es merecedora de tu confianza porque encuentras “pruebas evidentísimas” de que te es infiel, sabes que algo anda mal dentro de ti.
Algunas manías (las más leves, con las que puedo convivir porque no me resultan demasiado invasivas en mi vida cotidiana) las mantengo siempre, me acompañan día a día sin que, a priori, me hagan sufrir (ni a mí ni a las personas con las que vivo). Pero otras, las que disparan completamente mi ansiedad y convierten mi vida en un infierno, permanecen ocultas en mí hasta que, un buen día (y coincidiendo con períodos de descanso en mi trabajo y, por tanto, con más tiempo libre para pensar) comienzan a aparecer… Los primeros días suelen ser una idea, o incluso un “esbozo de idea”, un pensamiento de segundos sobre algo que me da miedo (más bien me aterra) y que logro hacer desaparecer negándome a darle más vueltas. Pero según van pasando los días, estas ideas, en las que no quiero pensar pero que me invaden sin que sea capaz de evitarlo, se van haciendo más y más fuertes… Así, son cada vez más numerosas y, sobretodo, más intensas (no puedo dejar de analizarlas, en un vano intento de llegar a una conclusión que me satisfaga, me tranquilice y así desaparezcan). Pero esto no ocurre nunca… al contrario, la duda se hace cada vez más grande y con ella mi ansiedad y el sufrimiento (mío y de mi pareja).
Así las cosas, comienzan a aparecer en mi vida las compulsiones… toda una batería de acciones y comprobaciones cuya finalidad es, a priori, acabar con esas dudas de las que hablaba anteriormente, pero que lo único que consiguen es incrementarlas – hasta que ves cómo pasas una cantidad de tiempo enorme revisando lo que lee y escribe tu pareja (móvil, agenda, ordenador), su ropa interior, información en internet sobre enfermedades o si lo que observas es síntoma de infidelidad o no,.. -Sobra decir que mi vida (y la de mi pareja) a estas alturas es ya un infierno emocional caracterizado por ansiedad y estrés, llantinas constantes y preguntas absurdas cuyas respuestas nunca te convencen (porque seguro que todo lo que te dice tiene el único objetivo de seguir engañándote…). En fin…un sufrimiento que no le deseo a nadie, de verdad.
Por otro lado, es necesario en este punto que señale la enorme suerte que yo personalmente he tenido y tengo con mi pareja: su paciencia, su apoyo constante (físico y psicológico), su fuerza y, sobre todo, su “no rendirse” conmigo, me están ayudando a salir de esta enfermedad llamada TOC. Porque he tardado mucho tiempo en ponerle nombre, en entender que es un trastorno y, sobre todo, en buscar ayuda especializada para superarlo. Pero con sus ánimos constantes y su positividad, y junto a la terapia que estoy siguiendo en este centro, siento que por fin lo estoy consiguiendo (y que esta vez será la definitiva; no sólo una mejoría temporal, sino un cambio vital de mi personalidad que me hará vivir mi vida de forma completamente distinta). En ello confío y, para conseguirlo, estoy trabajando muy duro… Sé que aún me queda camino por recorrer y que no será fácil, pero estoy más esperanzada que nunca (por mí, por mi pareja y por mi pequeña Natalia que está a punto de nacer; los tres nos lo merecemos, y necesito y quiero ser un ejemplo “sano” para mi niña (para que ella no aprenda ni repita patrones de pensamiento completamente absurdos; en definitiva, para que sea una persona completa y feliz). Azucena