Descripción del caso.
Tengo 37 años y desde los 22 he sufrido eso, que después identifiqué o más bien me ayudaron a identificar como agorafobia.
Todo empezó un día por la mañana en el metro, en el viaje hacia el trabajo, en la cuesta que hay en el túnel entre Conde de Casal y Saínz de Baranda. Un repentino parón de unos 10 minutos en aquel vagón lleno de gente, me provocaron un ataque de pánico infernal, como todos los que he sufrido después; pero especial porque era el primero de aquello que yo no sabía ni que era ni a qué se debía.
Eso fue principalmente , lo que peor me hizo sentir al principio,el pensar que era un bicho raro, que me ocurrían cosas que nadie podía entender , que por supuesto no le ocurrían a nadie que yo conociera. Por eso empecé a pensar que aquello era el principio de una locura, de un trastorno psicológico o alguna enfermedad en la que irremediablemente caería finalmente.
Desde ese primer ataque, comencé a desechar de mi vida cosas, experiencias, oportunidades, simplemente porque no me sentía capaz de montar en metro o de ir de compras a un centro comercial, difícilmente de viajar en avión. He de remarcar que en todo este tiempo he vivido épocas mejoras y otras peores en lo que respecta a mi enfermedad, siempre he tenido el apoyo de mi pareja, que con muy buen criterio y mucho más cariño todavía, me animaba a enfrentarme a aquello que yo temía, eso ha hecho que no haya dicho un no categórico a nada, excepto a lo del metro, que como él bien decía era mi bestia negra. Por eso, durante años, a pesar de sufrir mucho, he volado alguna vez en avión, he de decir que fui capaz de volar a Nueva York, eso sí con un valium en el bolsillo como si fuera un salvavidas, que nunca llegué a probar; pero que me daba la seguridad para quedarme allí encerrada durante tantas horas; preparada para la temible taquicardia, o los mareos o los sudores, o todas esas reacciones de mi cuerpo que no era capaz de controlar. Es decir, que llevaba una vida más o menos normal, tengo una hija, ahora de 8 años, un trabajo bastante absorbente, y exceptuando algunas limitaciones, durante todos estos años aprendí a vivir con mis cosas y claro, los que me rodeaban también en cierta medida.
En todos estos años nunca había pedido ayuda profesional, no sé muy bien por qué, supongo que el miedo a lo que me podrían decir iba posponiendo la visita. Nunca conocí a nadie que sufriera lo mismo que yo, y eso que yo no lo ocultaba del todo, solía comentar lo del metro, ascensores, etc. y era una forma de hacer el miedo un poco más pequeño al sacarlo de uno mismo, al repartirlo un poco, quizás; pero nunca, nunca, escuché de nadie nada parecido.
En los últimos tiempos empecé a sufrir de mareos esporádicos, incluso de cambios de humor y abatimientos repentinos, que me hicieron preocuparme mucho más por mi salud. Una vez aceptadas las limitaciones comentadas anteriormente, se trataba ahora de algo que no quería ni podía aceptar para mí y para los que me rodean. Recuerdo perfectamente en Septiembre del 2004, sin motivo aparente y de la noche al día, comencé a sentir una tristeza profunda, bloqueante, unas ganas de llorar continuas, una negrura en el horizonte sin motivo ni razón, sin ningún cambio que pudiera provocarlo.
Empezaba a estar realmente preocupada, me sentía vulnerable y sin control sobre mí, entonces fue cuando escuché por primera vez a Miguel, en Onda Cero, explicando lo que era la agorafobia y acerca de su curación en unos 3/4 meses.
Me agarré fuertemente a sus palabras y acudí por primera vez a verle en Octubre. Desde entonces y en muy pocas semanas he aprendido, como un niño pequeño aprende a andar, a hacer cosas que hace apenas unos meses no hubiese imaginado y sobre todo, como me dijo en una ocasión Miguel, a pensar cuando me viene la sombra del miedo, que casi todo me importa un pito, que cuanto más me ría de mis miedos y mis limitaciones, mejor podré superarlos y más fuerte seré. Ni que decir tiene que ahora puedo viajar en metro, que recuerdo con tristeza los montones de atascos vividos por mi pánico al temible “tubo”; que también recuerdo mis lágrimas de emoción y alegría cuando, hace apenas cuatro meses fui capaz de recorrer yo sola, el primer tramo de una estación de metro, después de algunos viajecitos con Miguel.
Mi próximo gran hito será, viajar a Egipto con mi familia y montar en todas las atracciones de la Warner la próxima primavera, cosas que antes me aterrorizaban, que directamente estaban descartadas para mí y por mí, claro, bueno hace seis meses sin ir más lejos.
Agradezco a Miguel su generosidad y dedicación, le agradezco el haber estado en aquel programa de radio aquel día y a aquella hora y con esas palabras que me hicieron empezar a confiar a él.